martes, 21 de abril de 2015

Derechos asertivos (segunda parte)





En una entrada anterior empecé a hablar de los derechos asertivos ( puedes verla aquí), es decir, derechos que tenemos todo el mundo a la hora de relacionarnos. Sin embargo, podemos tener ideas erróneas que nos dificulten el relacionarnos con los demás. En la entrada anterior desarrollé algunas de ellas, aquí dejo algunas más.
  1. No hay que interrumpir nunca a la gente, hacer preguntas denota estupidez.
    Parece algo bastante obvio, pero muchas veces actuamos en función de esta idea. Por ejemplo, cuando vamos al médico y no nos atrevemos a pedirle que nos explique nuestro diagnóstico, o dejamos el coche en el taller sin tener ni idea de qué es lo que le van a hacer.


    Claro que tenemos derecho a interrumpir para pedir una aclaración, o para preguntar aquello que no hemos entendido. No estamos obligados a ser unos expertos en todas las materias, por lo que es normal que necesitemos que nos aclaren o expliquen algunas cosas.
     

  2. Las cosas podrían ser aún peores de lo que son. No hay que tentar a la suerte.
    Esta idea es muy peligrosa ya que implica que debemos quedarnos sin hacer nada cuando las cosas van mal. Tenemos perfecto derecho a intentar un cambio, a buscar las estrategias para hacer frente a la situación. Aunque las cosas no vayan del todo bien, psicológicamente lo afrontaremos mejor sabiendo que hemos intentado hacer algo que si constatamos que no hemos hecho nada.

  3. No hay que hacer perder a los demás su valioso tiempo con los problemas de uno.
    Para la mayor parte de la gente, el tema preferido que van a tener de conversación es acerca de ellos mismos. Y no porque sean más o menos egoístas, sino porque (obviamente) es el tema que más les afecta. 
    Por eso las personas que saben escuchar y no hablan de ellos mismos son tan apreciadas, nos sentimos muy bien con ellos, sin pararnos a pensar en cómo estarán.

     Y caemos en ideas equivocadas como “ no quiero molestarle” “seguro que no le interesa, sino, habría preguntado”,”el cómo estoy yo no es interesante”.

    Tenemos que tener claro que tenemos todo el derecho del mundo a pedir ayuda o apoyo emocional, aunque nunca lo hayamos hecho en el pasado, y plantearnos el que si los demás no nos preguntan cómo estamos se debe realmente a que no les interesa (que es lo que solemos pensar) o a que nunca les contamos nada y han dejado de preguntar. 

    Es por ello que tenemos que acostumbrar también a las personas de nuestro entorno a escucharnos, al igual que nosotros las escuchamos a ellas. De este modo , nuestras relaciones serán más sanas, nosotros nos sentiremos mejor al poder compartir con los otros y los demás (aunque nos parezca sorprendente) se sentirán más cercanos a nosotros y agradecerán la oportunidad de poder apoyarnos de la misma manera que hemos hecho con ellos. 

    Démosles la oportunidad de devolvernos el favor.


  4. A la gente no le gusta escuchar que uno se encuentra mal, así que es mejor guardárselo para sí.
    Esta idea está muy relacionada con la anterior. Claro que a nadie a quien le importemos le gusta escuchar que estamos mal, pero se sentirán mucho peor cuando se enteren por otra vía y vean que no hemos tenido la confianza como para decírselo y permitir que nos apoyen o ayuden. Tenemos todo el derecho del mundo a sentir y expresar el dolor, incluso si a la otra persona no le gusta.



  5. Cuando alguien se molesta en dar un consejo, es mejor tomarlo seriamente en cuenta, porque suele tener razón.
    Tenemos derecho a ignorar los consejos de los demás y a tomar nuestras propias decisiones. Los consejos son la mejor opción para la persona que los da, pero no tiene porqué ser la nuestra. 

     
  6. La satisfacción de saber que se ha hecho algo bien es la mejor recompensa. A la gente no le gustan los alardes; la gente que triunfa, en el fondo cae mal y es envidiada. Hay que ser humilde ante los halagos.
    Tenemos derecho a recibir el reconocimiento formal por un trabajo bien hecho. 

    Estamos muy acostumbrados a la crítica y muy poco a que nos reconozcan las cosas que hacemos bien, por lo que se trata de equilibrar un poco la balanza.

    Obviamente la idea no es ir alardeando por todo lo que hacemos, pero sí reconocernos ante nosotros mismos y ante los demás las cosas que hemos hecho bien, y sobre todo aquellas que nos hayan costado mucho esfuerzo o hayan sido especialmente difíciles para nosotros.

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